al momento en que tu insinuante lengua se agita tiernamente y a la vez,
tus labios como olas, ondean en el mar de tu rostro para así,
permitir que emerja abrupta pero suavemente la palabra Poquito.
Ni Dios sabe por qué al salir esas ondas vocales me hechizan
hasta agitarme el tiempo convirtiéndoseme en droga
que me llama a buscar más de ella,
por consiguiente, me clama a anhelar más de ti.
Pero no dejes que se detengan las palabras,
No dejes que fluyan todas ellas como atronadora corriente,
Puesto que me incitan a dejar que cohabites mis oídos,
Las cuales, me brindan esperanza de que yo habite en tu corazón.